domingo, 7 de noviembre de 2010

Encajes del Silencio

Árboles nobles con ramas extensas
acarician mis espacios
de libertades ajadas.
Sus hojas al caer tallan cicatrices
hechizando el encaje de mi silencio.

Nuestras vidas ausentes
resistieron vientos de olvido.
Infinitas praderas nacieron
con manantiales de amargura
donde estaciones del tiempo
sigilosas peregrinan.

Entonces sacaste tus manos de mi corazón
y tan lejos de mí no eras ya, mi triste soledad.
Y ahí, renació el grito del encanto
anunciando al pájaro de los buenos tiempos
que reverdeció mis senderos delirantes
acicalándolos de visiones abiertas al sol de la vida
con un aroma a perdón, melancólico y bello.

Cinco poesías

He de morir


Con el miedo de día y el temor de la noche
mi alma enferma de jamás y de antaño
traen el porqué he de morir.
Junto al umbral de un mausoleo
descansaré en mi féretro dorado
bajo el peso de la montaña de las tinieblas.

Lloren mis heraldos.




Muerte
Heraldos sepulten el hastío del ser.


Sus días cansados de serlo
sus tardes cansadas de ser tardes
sus ojos sin sol donde todo ha muerto,
se dejaron mecer por aquel sueño
en el insomnio atroz de su vida.

Lentamente quiten sus manos de mi corazón.




Heraldos

Heraldos tristes en mi funeral
alzan el féretro erguido
ante mis ojos sin sol.
Déjame buscarme en mi memoria
quiero volver a relatar mi vida
entre el durmiente recuerdo
y el pesado amor.



Cementerio


Estoy en este rincón de tierra
y toda su pena.
Los cuervos esperan sobre las tumbas
y aún en el corazón de mi féretro
vaga el viento del cementerio
llorando el amor de los muertos.



He muerto


Dame la mano
que late jadeante como el corazón de un pájaro
volando sobre las sombras
sin el equipaje de tiempo,
los paisajes mueren en las ventanas extinguidas
He muerto

Guardían del Silencio

Querido amigo, piensa en las soledades deshojadas.

Guardián de mis secretos
mis pensamientos son tuyos,
ocultos en el infinito de tu señorío
tus labios desnudos
se adormecen con mis palabras.

Destruidos mis huertos,
ahuyentaste la lluvia y los céfiros
mofándonos de las cosechas muertas,
vertiste en mí, tus sueños iluminados.

Confidente en mis desvelos
las alegrías tienen tu nombre.

Querido amigo, no temas conozco el camino.